El poder del ejemplo

Jesús M. Acuña Méndez
3 min readSep 5, 2016

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Hace cinco año regresé a vivir a México y desde entonces había estado distante de nuestra clase política nacional y local. Mis amigos, con buena fé, han cuestionado mi actitud pero no tengo la menor duda de que la solución de los problemas “allá arriba“ empieza primero “acá abajo“. Considero simplemente innecesario desarrollar valoraciones sobre el desempeño o sobre las aptitudes actuales de nuestros políticos. Todo esto es evidente. Sin embargo, tras un lustro de trabajo desde las comunidades, la organización para la que trabajo finalmente decidió abrirse a la interacción con la administración pública. Con el bagaje de lo aprendido y con las técnicas desarrolladas, nos aliamos con las áreas de salud pública y de gobierno, de la Universidad de Harvard, para crear una plataforma de gobernabilidad que conjunte técnica y política. El objetivo, además de dar resultados, es atípico, pues lo que se busca centralmente es crear ciudadanía. Imagínense: gobiernos preocupados en crear ciudadanos.

Un semanario británico, al hablar de la mayoría de la gente que gobierna en México dijo que “no entienden que no entienden“ y, parafraseando a Chomsky, es cierto que son más los que “no saben que no saben.“ Digo esto porque cuando contactamos a las personas que ganaron en las elecciones de este verano, esperamos que fueran poquísimos quienes respondieran puesto que había tres difíciles requisitos: entender el concepto y lo que ello implica, saber que los modelos (que les envían desde sus partidos) que usan actualmente no funcionan y finalmente, estar dispuestos a crear un nuevo balance de fuerza política, querer crear co-responsabilidad con los principales actores de sus comunidades. Para nuestra gran sorpresa, fueron más de los que nos esperamos. Eso me ha llevado a atender a varios gobernadores y alcaldes electos en el último mes y medio. De dichos encuentros, son dos las cuestiones que más resalto: la urgente necesidad de buenas y funcionales ideas y el tema de la necesidad de generar legitimidad política.

Todo gobierno tiene la obligación de cumplir con las obligaciones elementales en su comunidad. Vaya, en otras palabras, creo que haría el ridículo aquel gobernante que presumiera cuántos baches se han tapado o cuántas calles se han pavimentado. Estas son necesidades de carácter básico y, básico debería de ser satisfacerlas. Esto significa que se necesitan estrategias de otro calibre para llevar a las comunidades a otros niveles. No es cosa del otro mundo, para el gobernante inteligente, hacerse de buenos paquetes programáticos. Si no ha sido abatido por la adulación y el autoengaño, buscará expandir sus horizontes, consciente de sus propias limitaciones técnicas.

Lo difícil, para mí, consiste en la legitimidad política. En mis encuentros con estos futuros gobernantes, nuestras conversaciones han terminado centrándose en el factor del ejemplo que ellos den como servidores públicos. Es tan poderosa esta cuestión, que salpica a todas las áreas del gobierno. En Sonora, por ejemplo, vivimos hoy niveles de inseguridad alarmantes. Este fenómeno tuvo su gestación en los últimos años. La delincuencia -de todos los niveles- se dio cuenta que había delincuencia en el gobierno. Los policías “de a pie“ se daban cuenta de lo que hacía el jefe, del jefe, del jefe, de su jefe… y no resultó difícil que aprendieran de ese ejemplo. Cuando la delincuencia (no gubernamental) sabe que puede actuar impunemente porque los aparatos de seguridad no funcionan correctamente, entonces el escenario se complica. Es prácticamente imposible que en una sociedad reine la delincuencia, cuando tienen en el gobierno a personas que respetan y obedecen a la ley. Esto último debe de tenerlo muy presente la ciudadanía. Resulta, por ende, doblemente preocupante este fenómeno ante los severos escándalos de corrupción que han envuelto a la figura presidencial. ¿Qué tipo de señal -ante estos ejemplos- reciben los policías federales, el ejército, etc.?

En mis encuentros, a todos los futuros gobernantes les he dicho que es falso que la legitimidad la tengan porque ganaron la elección (me encanta que sus asesores siempre se asustan con esto). Esta la construirán -o no- a partir de cómo gobiernen y, de entrada, de qué hagan con respecto a sus antecesores. Chihuahua, Veracruz, y Quintana Roo son casos claros donde las administraciones salientes dejaron grandes cuentas por aclarar. Y de las alcaldías mejor ni hablo. Estos -y otros- gobernantes electos ganaron porque prometieron que no habría impunidad… y la gente les creyó. El no cumplir no sólo los convertirá en gente que falta a la verdad, sino que estarán enviando un mensaje de que todo sigue igual, de que el ejemplo es el mismo.

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Jesús M. Acuña Méndez

Trato de actuar como pienso. Trabajo en el diseño y ejecución de políticas públicas. #CREAMOSMéxico